viernes, 5 de enero de 2018

Escala no de escalar

Es la historia que nunca pensé que iba a contar
y sin embargo es lo más bonito que me haya podido pasar.

Le echo la culpa al ciclo lunar 
o algo químico que no puedo explicar.

Pudo ser la magia de ese lugar, 
de ese pueblo de l'empordà, que jamás voy a olvidar.

Iba confiada sabiendo que no me podía quemar,
que esos temas no eran para mí, que sólo íbamos a jugar.
Pero, ¿sabes ese dicho de: nunca digas de este agua no beberás?
Pues aquí se puede aplicar
(Algún día me explicarás cómo lo hiciste porque me conseguiste embaucar)

Desde el minuto uno fue todo muy natural, 
subí al coche donde me esperabas y ni te paraste a saludar.
Me contaste toda tu vida a una velocidad abismal,
pero por los nervios no te podía ni escuchar.

Me centraba en esos ojos verde caramelo, ese nervio al hablar 
esa sonrisa que se te escapaba y te hacía titubear.

Tras haber roto el hielo con nuestra destreza al montar,
surgió el momento más tenso, la hora de la verdad.

Recuerdo la rigidez de mis músculos, la inquietud del qué pasará 
intentar que no se me notase que te quería besar.

Me alegra muchísimo  que tomases la decisión.
Ese beso, esos labios... me llegaron al corazón.
-Y lo que sucedió después lo dejo a la imaginación -


Recuerdo superar las gélidas noches gracias a tu calor
donde descubrí que tus caricias podrían destruir mi armazón.
   
Recuerdo estar bajo la tormenta comentando la situación
 o con tus niños en ese río donde los llevabas de excursión.

Recuerdo los momentos de curas o estando de fiestón,
también pasear por la playa disfrutando de esa conexión.

Fueron días geniales de felicidad y compenetración
lo único malo que hubo fue separarme en la estación.
Todo esto era algo que no me esperaba y que en el fondo me daba pavor.

Puede ser el principio de algo, puede ser envolverse en hedor,
solo sé que esta mujer de hielo, ha salido del congelador.