martes, 16 de septiembre de 2014

Se me turbia la mirada, siento el cuerpo ladeante.
Mis zapatos añoran el asfalto y mi nariz percibe un cambio de atmósfera. 
Siento una ráfaga de luz cegadora.
Creo que he entrado a algún un sitio.

De repente, me penetra una vibración que se adueña de mi cuerpo.
Es algo electrizante.
Noto como la sangre se me acelera, recorre fugazmente todo mi ser.
No puedo controlarlo. 
Lo intento pero mi mente está fuera de control.
La euforia que se está generando dentro de mí quiere emerger y me da miedo dejarla salir.
Siento que se acerca una explosión...
Ya está aquí. Lo percibo.

Las partículas del ambiente se están juntando, alteradas.
Es como si una esencia me susurrase al oído qué va a pasar.

La adrenalina hierve, no lo puedo aguantar más.
Todo mi cuerpo empieza a convulsionar.
Primero mis piernas se flexionan, sacan una fuerza abisal y se catapultan hacia arriba.
Al mismo tiempo, mis brazos se alzan tratando de aguantar el techo.
Una línea convexa se dibuja en mis labios mientras expulso un chorro de voz carraspeante.
Me siento poderosa.
Envuelta en una percepción sensorial estratosférica que potencia todos y cada uno de mis músculos.
Es un sentimiento orgásmico.