viernes, 28 de febrero de 2014

Buenos días, hoy quiero...

Quiero que despiertes.
Despierta, ¡vamos!

No te levantes aún, 
quiero que te fijes bien con qué pie vas a apoyar.

Despacio pero decidido.

Ahora mírate en el espejo,
¿Ves las legañas que tienes,
esos ojos aún achinados por el exceso de luz,
el pelo alborotado,
la marca de las sábanas en tu cara,
en fin, lo desastre que estás?

Sonríe, 
piensa que tus sueños pasaron una noche loca.

Ahora  fíjate bien. 
Acércate más.

Estas viendo a tu Yo verdadero,
al perfil más natural y sincero del día
y pese a todo, el de mayor belleza.

Ves a tu cuarto y corre las cortinas.
¿Te has fijado como brilla el sol?
Pues que sepas que no te ilumina a tí.
Tú tienes luz propia.

Quiero que cierres los ojos por un momento.
Prepárate.

Quiero que recuerdes todas esas cosas que te han hecho daño en la vida,
que sientas el dolor, la ira, la  tristeza... 
Contén los impulsos, eres más fuerte que todo eso.
Cierra el puño como si pudieses coger todos esos sentimientos que no te dejan avanzar.
No los sueltes.

¿Ahora sabes lo que toca verdad?
Crees que no estás preparado,
que todo esto te viene grande,
pero lo cierto es que ¡sí lo estás!

Ha llegado la hora de madurar, de pasar página, de empezar, vivir de nuevo,
parar de huir y enfrentarte de una vez por todas a tus miedos.

Ya sabes que no se puede huir toda la vida.
Sabes que si no es ahora, ya será tarde y
estarás arrepentido de todo aquello que no hiciste,
afligido por no haber luchado a tiempo,
por no haberte dejado llevar...

Frunce el ceño.

Coge esa taza de leche y bébete todos esos problemas.
Formarán siempre parte de ti, pero te harán más fuerte y ya no supondrán una carga.

Cierra la puerta y pisa la calle.

Ya puedo decir:
Érase una vez un hombre nuevo...



No hay comentarios:

Publicar un comentario