lunes, 9 de diciembre de 2013

Microcuento


El sol y la luna,
como siempre rebosantes de amor.
Ese amor incondicional, pasional, perpetuo...
Esa relación tan utópica y sufrida.
Una tortura constante.
Ver tu corazón partir cada anochecer,
Difundirse entre las olas del mar,
Aguantar toda la noche con el consuelo de volver a verlo por un misero instante.
Y, tras ese momentos fugaz, separarse de nuevo.

Sólo podía desatar su tormento en la penumbra...


Por otra parte, se encontraba la estrella celeste,
ese foco fiel e íntimo de la luna.
El único lucero que la amparaba noche tras noche, 
levantándola en las tinieblas, 
dándole fuerzas para aguantar de nuevo el anochecer.
Y mientras tanto, él, el amante no correspondido, sostenía en silencio su quebrado y estrellado corazón.

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